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V. Riccio | Lo que nos vincula es inteligente
- 13/03/2020
- Publicado por: admin
- Categoría: Constelaciones Familiares Virginia Riccio
Con las constelaciones familiares hemos aprendido que estamos vinculados con mucho más de lo que pensamos que estamos. Esto cuestiona profundamente nuestro concepto de identidad e individuo, que por definición se siente separado y escindido de la principal corriente de vida, es decir, del planeta tierra. Separándose de la naturaleza, del sistema familiar, de su propio pasado y de todo aquello que considera nocivo, malo y peligroso se fue configurando el individuo y el psiquismo como parte de la civilización de la que formamos parte.Por supuesto no podemos deshacernos del individuo que somos, es absolutamente lógico que necesitemos límites, exclusiones, cerramientos y protección, de la misma manera que lo necesita un bebé cuando nace. Cada filtro y cada capa de nuestro psiquismo tiene una poderosísima razón de ser y de existir y no se trata de eliminarla pero si de comprenderla. Podemos sentir que somos individuos que nos relacionamos y generamos vínculos, o podemos sentir que emergemos de ellos y que en nosotros está latente la posibilidad de transformarnos con la información que nos traen. Vínculo es movimiento, comunicación, conexión, encuentro.Con el trabajo de Constelaciones Familiares descubrimos por ejemplo, a través del fenómeno de la representación como los lugares que tomamos contienen determinada información que nos tocará desplegar. Es decir, si me toca representar en una constelación, necesitaré correrme un ratito de mi yo centralizado para ponerme en el lugar de la madre de alguien, que sin conocerla e incluso aunque yo no sea madre, se expresará a través de mi el contenido de ese lugar. Cuando representamos, es un poco más fácil olvidarnos un rato de nosotros mismos. Es posible ser más fieles a la información auténtica que se muestra en esos lugares, que a la forma en que debería ser expresada.Veámoslo con más atención: en este ejemplo donde yo represento a una madre, si en vez de disponerme a representar, me pongo a pensar en como debería ser una madre, que debería sentir así o asá, como representante estaré lejos de permitir que la verdadera información aparezca a través mio de una forma genuina. Pero como dije antes, cuando constelamos y representamos, con bastante facilidad logramos olvidarnos un rato de nosotros para dar cauce a lo que necesita ser mostrado del lugar de esa madre. Como dice Stephan, “lo que tenemos por seguro es que yo no soy esa madre, aunque la represente”, entonces lo podemos hacer, podemos jugar lo que realmente hay en ese lugar aunque sea doloroso, porque no está nuestra identidad comprometida. En la vida cotidiana, esto es más difícil. Los lugares de madre, de hija/o, padre, hermana/o, pareja, se superponen con mucha facilidad. Cada lugar y cada rol que desempeñamos en la familia se va tiñendo de los otros, opacando la verdadera inteligencia que los vínculos poseen, una inteligencia que es más grande y antecesora de la existencia del individuo. En Astrología aprendemos que el vínculo es anterior al individuo y en las Constelaciones Familiares aprendemos que en los vínculos y en las relaciones está la posibilidad de la sanación, incluso para el cuerpo. Cuando tenemos problemas en los vínculos, dificultades y síntomas en nuestras relaciones, aparece la llave para que esta inteligencia vuelva a operar, si estamos dispuestos a cuestionar a nuestra propia identidad.Forma y contenido son la clave aquí. Los lugares en la familia acumularon una forma por muchísimas generaciones, opacando la vitalidad de su contenido. Es decir, actuamos como ese lugar propone desde una forma antigua y no miramos a lo que propone el contenido, que para cada persona será único y singular. Nuestro potencial y vitalidad se opacan frente al exceso de la forma, aunque la forma no es el problema, el problema es que no registramos su poder. Algunas personas creen que deben ir más allá de esas formas o destruirlas para estar libres, pero como bien sabemos, no estamos libres de todo aquello que hizo posible nuestra vida, y la forma es esencial para la consciencia. Entonces, no se trata de ir más allá de la forma sino de observarla y comprenderla, haciendo mayor espacio para el contenido.Tenemos la experiencia cuando afrontamos cierta dificultad en los vínculos de que creíamos saber de qué se trataba lo que estaba pasando. Con el paso del tiempo y si miramos hacia atrás nos daremos cuenta de que se trataba de otra cosa mucho más profunda y contradictoria: lealtades en juego, vivir la vida de otro, mirar la vida a través de ojos ajenos, reclamar a alguien algo que no habíamos recibido de nuestros, etcétera. En la jerga cotidiana lo escuchamos como “no se como yo viví esto, parece una película de otro, estaba confundido/a”. Esto nos muestra que no sabemos nada de qué está pasando en nuestros vínculos en el fondo del abismo, con suerte registramos el malestar, la incomodidad y la necesidad de poner sobre la mesa lo que está sucediendo. Nuestra capacidad vincular es como un edificio con muchos niveles: vivimos en el tercer piso tranquilos, creyendo que la cosa está bajo nuestro control, que puedo cambiar una mesa por otra, pintar las paredes y simplemente seguir. Sin embargo, lo que ocurre en los otros niveles afecta en el que vivimos. Un día nos levantamos y decimos: hay ruidos, hay olores, hay malestar. ¿Qué estará pasando abajo? En el piso de abajo estaba nuestra pareja anterior, con sus anhelos no expresados, su frustración y enojo. Un piso más abajo estaban nuestros padres, esperando nuestro agradecimiento para poder seguir. En el sótano del edificio estaban nuestros sueños, anhelos, fantasías, que se formaron con nuestra vibración no expresada, nuestro potencial no vivido. Pero hay más que tres pisos, esto es sólo un ejemplo. Una constelación baja al piso que necesita bajar. El malestar cotidiano es sólo la pantalla.Creo que el trabajo de la Constelaciones Familiares nos muestran como es confiar en la inteligencia de nuestros vínculos, nos invitan a comprender y en su caso transformar la forma en que habitamos los lugares que ocupamos en nuestra familia de origen. Es un trabajo que cuestiona nuestra identidad, como cuando alguien se acostumbró desde niño a cuidar de sus padres y luego en su destino desarrolla un imán para otros a los que deberá cuidar, criar o apoyar. Al tomar consciencia de esto, pasará de pensar que el problema estaba en su escasa capacidad para encontrar personas autosostenidas, para darse cuenta de como vibratoriamente participaba de este destino. En lo más profundo, tomará consciencia de como se dirige su energía a los otros, como construyó en realidad ese imán de manera invisible pero que sentía haber recibido como una especie de maldición. Esta toma de consciencia permite tomar otro tipo de responsabilidad frente a lo que sucede, transformar los vínculos actuales: ir más profundo para mirar qué es lo que realmente está pasando. Esta transformación en el presente de las relaciones actuales transforma la relación con los padres a la vez, estén vivos o no. Y no importa por donde empecemos, por el pasado o por el presente, en general tiene el mismo efecto puesto que en este nivel del que hablamos, el tiempo es completamente una ilusión.